Francamente, querida, me importa un bledo
¿Cómo olvidar la frase más borde de la historia del cine? De esta manera tan expeditiva, Rhett Butler le daba su merecido a la señorita Escarlaaaata, le daba la espalda y la dejaba compuesta, sin novio, sola, fané, descangallada y pensando, por enésima vez y en el colmo de la obviedad, que el día siguiente sería otro día. Ya que estamos, podría haber añadido que fútbol es fútbol, son once contra once, no hay rival pequeño y hasta el pitido final no hay nada decidido. De camino, los espectadores aprovechábamos para hacer un alto en nuestras tareas domésticas (trasegar turrón, recoger la vajilla de loza o abrir los últimos regalos de Reyes) y la música de Max Steiner daba paso a un fundido más en rojo que en negro, unos títulos de crédito mínimos y las noticias de las nueve. Nos habíamos pasado una tarde de lo más entretenida, viendo a Escarlata sufrir a lo tonto y para nada (porque la chica no aprendía ni a palos), siempre hacia el final de las Navidades, deseando que llegara aquel momento. Y, por un momento, estábamos de acuerdo con José Luis Garci: qué grande es el cine. Y qué larga era la peli, pofavó.
Mi hermana, en aquel momento, aprovechaba para reanudar su relectura anual el novelón de Margaret Mitchell. Era una especie de promesa, supongo, que no sé si mantiene en la actualidad. El caso es que todos los años, cuando volvía a casa, volvía, por Navidad, cogía su ejemplar de Lo que el viento se llevó y se lo leía de un par de sentadas. También se releía el Libro de desasosiego, de Fernando Pessoa, lo que me parece mucho más meritorio, ya que nadie ha tenido los huevos de llevarla al cine. Habría que proponérselo a Manoel de Oliveira.
Mi madre nos recordaba que la Academia Sueca estuvo a punto de darle el premio Nobel de Literatura a Margaret Mitchell, y que al final no se lo concedieron porque les parecía una exageración, dado que la autora sólo había publicado aquella novela, y nadie sabía lo que podía dar de sí. En su lugar, prefirieron no arriesgar y se decidieron por Pearl S. Buck. Una decisión que el tiempo ha demostrado más acertada.
No sabemos si en el ánimo de la autora estaba escribir una continuación, aunque se negaba con obstinación cuando se lo preguntaban. Con el tiempo, hubiera podido hacerlo: el libro había recibido el premio Pulitzer en 1937, vendido ocho millones de ejemplares y conocido una versión cinematográfica, la de Víctor Fleming (et al), que la elevó a la categoría de mito. No obstante, Margaret Mitchell falleció atropellada por un taxi, junto con su marido, en 1949, y hasta casi medio siglo después no se volvió a hablar de secuelas.
En 1991 aparece Scarlett, de Alexandra Ripley (1934-2004), una autora que conocía a fondo la sociedad de Charleston durante la Guerra de Secesión, temática a la que consagró toda la década de los ochenta. Los herederos de Mitchell dieron el visto bueno, Ripley se puso manos a la obra y la novela fue todo un éxito de ventas. A falta de pan, buenas fueron tortas: la CBS puso en marcha una mini serie de ocho horas, que también tuvo una buena acogida entre el público.
Inevitablemente, aparecieron las parodias, caso de Wind Done Gone (que no hay que confundir con la película argentina El viento se llevó lo que, de Alejandro Agresti, que va de otra cosa), de Alice Randall (2001), protagonizada por la medio hermana mulata de Escarlata, Cynara. La novela desató una polémica legal del copón y, hasta donde sé, no está publicada en español ni en ninguna otra lengua estatal. Ahí va una propuesta de bombazo editorial para Becari Llibres.
Los años pasan, la idea de contar Lo que el viento se llevó desde el punto de vista de Rhett Butler arraiga en los editores y los proyectos se suceden. El reto está a punto de plasmarse en realidad al menos en tres ocasiones, pero los herederos de Margaret Mitchell no terminan de dar el visto bueno y St. Martin's Press desespera... hasta que aparece Donald McCaig.
Publicista antes que granjero (y no es una frase hecha), McCaig ha escrito numerosos estudios sobre el bando confederado durante la Guerra de Secesión ("con buenas reseñas", añaden en la nota de prensa de St. Martin's Press). El resultado de sus grandes conocimientos sobre la época es Rhett Butler's People (La gente de Rhett Butler), novelita de unas cuatrocientas páginas que aparecerá en los Estados Unidos el próximo otoño, y que relata la vida y milagros de Rhett Butler desde 1843 hasta 1874. Esperemos que su "Francamente, querida, me importa un bledo" no sea más que una muesca en su currículum, y podamos verlo a la caza y captura de nobles damiselas de la buena sociedad de Atlanta. A ser posible, menos tontitas que Escarlaaaata.
Más información, aquí.
Intuyo que la novela tendrá un toque sucio, divertido, picaresco y un tanto macarra. Que va a ser un éxito es algo que queda fuera de toda duda, pero ¿será capaz de arrastrar a los lectores que nos mantenemos fuera del target de este tipo de libros? Quién sabe.
Aunque, francamente, queridos, me importa un bledo.
Mi hermana, en aquel momento, aprovechaba para reanudar su relectura anual el novelón de Margaret Mitchell. Era una especie de promesa, supongo, que no sé si mantiene en la actualidad. El caso es que todos los años, cuando volvía a casa, volvía, por Navidad, cogía su ejemplar de Lo que el viento se llevó y se lo leía de un par de sentadas. También se releía el Libro de desasosiego, de Fernando Pessoa, lo que me parece mucho más meritorio, ya que nadie ha tenido los huevos de llevarla al cine. Habría que proponérselo a Manoel de Oliveira.
Mi madre nos recordaba que la Academia Sueca estuvo a punto de darle el premio Nobel de Literatura a Margaret Mitchell, y que al final no se lo concedieron porque les parecía una exageración, dado que la autora sólo había publicado aquella novela, y nadie sabía lo que podía dar de sí. En su lugar, prefirieron no arriesgar y se decidieron por Pearl S. Buck. Una decisión que el tiempo ha demostrado más acertada.
No sabemos si en el ánimo de la autora estaba escribir una continuación, aunque se negaba con obstinación cuando se lo preguntaban. Con el tiempo, hubiera podido hacerlo: el libro había recibido el premio Pulitzer en 1937, vendido ocho millones de ejemplares y conocido una versión cinematográfica, la de Víctor Fleming (et al), que la elevó a la categoría de mito. No obstante, Margaret Mitchell falleció atropellada por un taxi, junto con su marido, en 1949, y hasta casi medio siglo después no se volvió a hablar de secuelas.
En 1991 aparece Scarlett, de Alexandra Ripley (1934-2004), una autora que conocía a fondo la sociedad de Charleston durante la Guerra de Secesión, temática a la que consagró toda la década de los ochenta. Los herederos de Mitchell dieron el visto bueno, Ripley se puso manos a la obra y la novela fue todo un éxito de ventas. A falta de pan, buenas fueron tortas: la CBS puso en marcha una mini serie de ocho horas, que también tuvo una buena acogida entre el público.
Inevitablemente, aparecieron las parodias, caso de Wind Done Gone (que no hay que confundir con la película argentina El viento se llevó lo que, de Alejandro Agresti, que va de otra cosa), de Alice Randall (2001), protagonizada por la medio hermana mulata de Escarlata, Cynara. La novela desató una polémica legal del copón y, hasta donde sé, no está publicada en español ni en ninguna otra lengua estatal. Ahí va una propuesta de bombazo editorial para Becari Llibres.
Quedaos con este libro. Si aparece la secuela de Lo que el viento se llevó, podría resultar interesante editarlo en España: ventas aseguradas. ¿Es bueno el libro? Ni idea. Ni importa.
Los años pasan, la idea de contar Lo que el viento se llevó desde el punto de vista de Rhett Butler arraiga en los editores y los proyectos se suceden. El reto está a punto de plasmarse en realidad al menos en tres ocasiones, pero los herederos de Margaret Mitchell no terminan de dar el visto bueno y St. Martin's Press desespera... hasta que aparece Donald McCaig.
Publicista antes que granjero (y no es una frase hecha), McCaig ha escrito numerosos estudios sobre el bando confederado durante la Guerra de Secesión ("con buenas reseñas", añaden en la nota de prensa de St. Martin's Press). El resultado de sus grandes conocimientos sobre la época es Rhett Butler's People (La gente de Rhett Butler), novelita de unas cuatrocientas páginas que aparecerá en los Estados Unidos el próximo otoño, y que relata la vida y milagros de Rhett Butler desde 1843 hasta 1874. Esperemos que su "Francamente, querida, me importa un bledo" no sea más que una muesca en su currículum, y podamos verlo a la caza y captura de nobles damiselas de la buena sociedad de Atlanta. A ser posible, menos tontitas que Escarlaaaata.
-¿Qué te pasa, Rhett?
-¡No me han dado ni un dólar por utilizar mi personaje sin mi consentimiento!
-Pero es un derecho moral. Lucha por él. La jurisprudencia y el derecho común te asisten.
-Francamente, querida, me importa un bledo.
Intuyo que la novela tendrá un toque sucio, divertido, picaresco y un tanto macarra. Que va a ser un éxito es algo que queda fuera de toda duda, pero ¿será capaz de arrastrar a los lectores que nos mantenemos fuera del target de este tipo de libros? Quién sabe.
Aunque, francamente, queridos, me importa un bledo.
7 comentarios:
Francamente, querido, lo leeremos :p
Querido,creo que yo no porque estoy atareadisimo con mis cositas
Pero mañana será otro día. :-P
Si es cierto.Pero quizás mañana no me apetezca,cariño
¡Pongo a Dios por testigo que nunca más volveré a ver esa película!
Pa que veas lo friqui que soy: cada vez que escucho esa frase, en vez de acordarme de Lo que el viento se llevó, visualizo a Homer Simpson en el capítulo en el que se pone a régimen y grita aquello de «¡Y a Dios pongo por testigo que ya siempre pasaré hambre!»
:-PP
la verdad el libro me parece exelente
y la pelicula una de las mejores
me encanta mas el libro de Mccaig es dificil de conseguir
si pueden lean la novela
=D
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