lunes, 30 de marzo de 2009

De quién hablamos cuando hablamos de Raymond Carver

Vivimos tiempos en los que las garantías para la autoría de los textos alcanzan cotas nunca vistas. Ciertas editoriales llegan a extremos antes impensables de rigor en el proceso de edición. Lo hacen más que nada para evitar posibles denuncias por parte de los autores, en el supuesto de que algún corrector con exceso de celo decida poner comas de más o no respetar algunas variantes idiolectales del autor. Con ello se garantiza lo que nunca debió dejar de ser el meollo del negocio editorial: componer y publicar el texto que escribió el autor... si bien es cierto que con todos los filtros que impone el proceso de edición. Con una corrección ortotipográfica y de estilo que asegure que el texto cumple las exigencias de calidad y excelencia de la editorial. Pero sin dejar de ser el texto que escribió el autor.
Como digo, muchas veces el autor se choca con tres figuras que pueden proporcionarle quebraderos de cabeza y efectuar ligeras modificaciones que hacen que una cosa sea el manuscrito que llegó a la editorial y otra bien diferente sea el libro que sale finalmente publicado. Hablo del editor, el traductor (si la obra es traducida) y el corrector. De los dos últimos no hay mucho que contar (o sí, pero no en esta entrada). Del primero, todo lo que se quiera. Un editor puede intervenir muchísimo, algo, poco o nada, dependiendo de en qué estado se encuentre el manuscrito o de cuán permisivo sea. Y esta intervención no es ni buena ni mala. Puede ser muy valiosa, en el sentido de orientar al autor que mantiene un punto de vista no del todo acertado, o también puede hacerle perder sus señas de identidad.
El asunto a retener es el siguiente: un editor puede conseguir que una obra ya publicada no tenga nada que ver con el manuscrito que llegó a la editorial. Esto, que es perfectamente legal y perfectamente ético, puede redundar en beneficio o en perjuicio de la obra. O puede hacer inútil esa disquisición, y plantearnos otra: puede potenciar o anular el estilo del autor. Algunas editoriales intervienen hasta tal punto en el proceso de edición del libro que terminan produciendo una obra muy diferente de la original.
Pueden hacérselo a un escritor casi anónimo, y nadie se enterará. Pero ¿qué sucede cuando un editor mutila o manipula de manera sistemática el estilo de un autor reconocido? ¿Estamos leyendo realmente a ese autor?
Y, más aún, ¿qué sucede cuando ese autor es uno de los dos o tres cuentistas más influyentes del siglo XX?
En efecto, la polémica en torno al intervencionismo de Gordon Lish, editor de Raymond Carver en la revista Squire, viene de viejo. Siempre se había sabido que Lish tendía a simplificar el estilo de Carver, a acortarle las frases y pulir mucho la redacción (y, en ese sentido, no consigo imaginarme un relato de Carver prolijo o barroco). La duda estribaba en saber hasta qué punto llegaban las intervenciones de Lish. Ahora lo podemos saber, ya que han aparecido los textos originales de Raymond Carver que Lish modificó. Anagrama los publicará en breve. Y, al parecer, los cambios son de órdago. No sólo se limitan a simplificar el lenguaje y acortar las frases, sino que alcanzan a la estructura misma del relato. Lish llegó a cambiarle finales a Raymond Carver.
¿En qué lugar deja esto la obra de Raymond Carver tal y como la conocemos? ¿Es realmente uno de los dos o tres mejores escritores de relatos del siglo XX, o era un mindundi cuyo mayor mérito fue tener un editor excesivamente riguroso? O, por el contrario, ¿descubriremos que las excelencias de Carver iban mucho más allá de lo que creíamos?
Por lo que a mí respecta, me conformo con que no me cambien el final de uno de mis cuentos favoritos de todos los tiempos: "Mecánica popular". A estas alturas, enterarme de que en realidad tenía final feliz...
He extraído la información de este artículo aparecido en la edición de hoy de La Vanguardia.

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Anagrama publicará los textos restaurados de Raymond Carver sin los cortes de Gordon Lish

El editor de Carver creó el minimalismo, desoyendo las súplicas del autor | Los textos originales contienen estilos y finales distintos de los que fueron publicados

Qué sucedería si en un olvidado desván napolitano se descubrieran las copias originales de las obras maestras de un pintor, por ejemplo Caravaggio, y se desvelara una pintura original luminosa y clara? ¿Que su famoso claroscuro, la técnica por la que es reconocido, se debiera a la mano de un desconocido tratante de cuadros, que retocó, corrigió, añadió y manipuló a su antojo la obra? Algo similar ha ocurrido con los primeros relatos de Raymond Carver, inventor de una nueva manera de narrar, breve, fría, abrupta, cruel, a veces brutal, sin una sola palabra de más y con tantas palabras de menos que sus frases tienen el impacto de un puñetazo emocional en la conciencia de sus lectores. Sólo que no fue él, sino Gordon Lish, conocido como Captain Fiction,un veterano conocedor de todos los trucos del mundo editorial, quien inventó el estilo que hizo furor en los años ochenta y cambió la manera de escribir de una generación.




Se sabía que el minimalismo se conseguía gracias a la receta de "cortar, cortar y cortar aún más", según contaba Fernanda Pivano en sus crónicas americanas para Il Corriere della Sera. En los medios literarios neoyorquinos circulaba como un secreto a voces la severa edición a la que habían sido sometidos los primeros textos de Carver, pero hasta que los publicó el The New Yorker no se ha visto su verdadero alcance. Ahora acaban de salir en Einaudi y Jorge Herralde anuncia su publicación para el año 2010, con traducción de Jesús Zulaika.

A finales de los años setenta, Carver acababa de separarse de Maryann Burk y estaba superando su alcoholismo. Gordon Lish, el editor de Knopf, recibió una colección de 17 relatos de Carver, titulados The beginners (Los principiantes).Los leyó con el mismo entusiasmo con el que en seguida se entregó a una poda drástica y contundente. No sólo suprimió entre 4.000 y 5.000 palabras y en según qué cuentos, prescindió de una tercera parte del texto, sino que también cambió nombres, atajó caminos narrativos y añadió, de su puño y letra, frases enteras. El libro pasó a llamarse De qué hablamos cuando hablamos del amor y Carver fue entronizado como un maestro de la narrativa norteamericana, con su descripción glacial del mal y sus personajes comunes, amenazados siempre por un peligro que irrumpe de forma inesperada.

Los editores anglosajones tienen como hábito asumido la edición de los textos de sus autores. Pero a diferencia de la apasionada, bellísima, defensa con la que Malcom Lowry logró que su editor respetara la integridad de su texto de Bajo el volcán,la correspondencia entre Raymond Carver y Gordon Lish - conservada en la Universidad de Indiana, como todos los manuscritos corregidos-es angustiosa. Carver no se atreve a contradecir a Lish, le halaga, le jura agradecimiento eterno, pero también le suplica, invoca graves peligros para su salud, incluso le advierte que puede volver al alcohol... Todo para conseguir que Lish respete sus relatos y detenga el libro. No lo hace, y el éxito es fulminante.

Años más tarde, cuando Carver entregó los relatos de Catedral, ya se sentía más fuerte y se vio capaz de imponer su voluntad a Lish. Acabaron rompiendo.

El escritor, que se había definido como "un cuerpo pegado a un cigarrillo", murió de cáncer de pulmón en 1998. Aquel año preparaba una nueva colección de relatos. Era su obra póstuma y quiso recuperar tres de los relatos originales íntegros. En cambio, incluyó también cuatro historias según la versión corregida por Lish. De hecho, tras la aparición de De qué hablamos cuando hablamos del amor,Carver se hizo más prolijo, algo que no pasó inadvertido a la crítica, aunque también adoptó algunas de las enseñanzas de Gordon Lish.

Tras la muerte de Carver, su viuda, Tess Gallagher, quiso recuperar los textos originales. Knopf se negó: los relatos tenían que ser publicados sólo en el formato en que aparecieron. Tess Gallagher contrató al agente Andrew Wylie y este negoció un acuerdo con Library of America, una editorial sin afán de lucro. The New Yorker publicó toda la historia y distintas editoriales europeas se prestaron a publicar The beginners tal como los escribió Carver.

La noticia del caso ha generado un amplio debate en Norteamérica y Europa sobre si la invención del minimalismo fue o no una fabricación de laboratorio editorial. Hay quien prefiere la edición de Lish. Uno de los ejemplos más llamativos es Dile a las mujeres que nos vamos,uno de los cuentos que Robert Altman adaptó para su filme Shortcuts. Una reunión familiar, de amigos normales, un domingo cualquiera, en torno a un típico almuerzo de domingo. Después de comer, los dos amigos de infancia, Bill y Jerry, dejan sus familias y dan una vuelta en coche. Ven a dos chicas que van en bicicleta y tontean con ellas. Las siguen. Bill se detiene para fumar un cigarrillo.

Y acaba el cuento. Apenas unas cuatro líneas: "No entendió nunca lo que quería Jerry. Pero todo empezó y terminó con una piedra. Jerry usó la misma piedra con las dos muchachas, primero sobre la que se llamaba Sharon y luego sobre la que debería ser de Bill". Laconismo letal, mortífero, glacial, técnicamente perfecto. ¿Cómo era la versión original? Ni más ni menos que seis folios más. Carver daba a Jerry un pasado violento y en la escena final detallaba cómo se acercaba a las chicas, las perseguía, violaba a una de ellas, se iba, regresaba por la otra y describía cómo la asesinaba cruelmente. La mayoría de lectores prefiere la versión lacónica, pero también hay defensores - Baricco-del Carver compasivo con el dolor, sentimental, que sabe ver el revés del mal y pone humanidad a seres que viven en la devastación moral.

"No acepto amputaciones"

El 8 de julio de 1980, Carver escribe a Lish una carta suplicándole que detenga la producción del libro De qué hablamos cuando hablamos del amor con los cambios del editor. "Sé que no tendría que haber firmado el contrato sin haber leído antes los cuentos elegidos y haberte advertido por anticipado de mis temores". ¿Cómo explicar a sus amigos, Richard Ford o Tobias Wolff, que habían leído sus

Los editores anglosajones tienen como hábito asumido la edición de los textos de sus autores. Pero a diferencia de la apasionada, bellísima, defensa con la que Malcom Lowry logró que su editor respetara la integridad de su texto de

Años más tarde, cuando Carver entregó los relatos de

El escritor, que se había definido como "un cuerpo pegado a un cigarrillo", murió de cáncer de pulmón en 1998. Aquel año preparaba una nueva colección de relatos. Era su obra póstuma y quiso recuperar tres de los relatos originales íntegros. En cambio, incluyó también cuatro historias según la versión corregida por Lish. De hecho, tras la aparición de

Tras la muerte de Carver, su viuda, Tess Gallagher, quiso recuperar los textos originales. Knopf se negó: los relatos tenían que ser publicados sólo en el formato en que aparecieron. Tess Gallagher contrató al agente Andrew Wylie y este negoció un acuerdo con Library of America, una editorial sin afán de lucro.

relatos en The New Yorker,los cambios introducidos en la versión del libro? Carver valoraba que el estilo es lo que diferencia a un autor de otro, y aquel estilo no era el suyo, era el de Lish.

El 11 de agosto de 1982. le dice a Lish que ha escrito los cuentos de Catedral como "si mi vida fuera en ello" y que no son los que el lector espera de él, pero le advierte: "No puedo aceptar amputaciones".

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"¿A esto llamas amor...?"

VERSIÓN OFICIAL

L. D. se puso la bolsa bajo el brazo y cogió la maleta.

- Sólo quiero decir una cosa más - empezó.

Pero le resultó imposible imaginar cuál podía ser aquella cosa.

VERSIÓN ORIGINAL

L. D. se acomodó otra vez la bolsa de afeitar bajo el brazo y volvió a coger la maleta.

- Sólo quiero decir una cosa más, Maxine. Escúchame. Recuerda esto: te quiero. Te quiero pase lo que pase. También te quiero a ti, Bea. Os quiero a las dos. Permaneció quieto junto a la puerta y sintió que sus labios empezaban a temblar al intuir que quizá era la última vez que las veía.

- Adiós - dijo.

- ¿A esto llamas amor, L. D.? - dijo Maxine. Soltó la mano de Bea. Alzó el puño. Sacudió con fastidio la cabeza y hundió las manos en los bolsillos del abrigo. Le miró fijamente y después deslizó su mirada hasta algún punto en el suelo, junto a los zapatos de él.

Sintió un escalofrío al darse cuenta de que a partir de ahora la iba a recordar siempre así, como en esta noche. Era horrible pensar que el resto de su vida ella sería para él aquella mujer indescifrable, una figura muda con un largo abrigo, de pie en medio de una habitación iluminada, con los ojos bajos.

- ¡Maxine! - gritó-.¡Maxine!

- ¿A esto llamas amor, L. D.? - dijo ella, clavando sus ojos en los de él. Sus ojos eran terribles y profundos, y él mantuvo su mirada todo el tiempo que pudo.

jueves, 19 de marzo de 2009

¿Se hunde el sector?

Lo lógico sería suponer que sí, dado que en tiempos de crisis lo más fácil es prescindir del consumo de ocio y de los bienes no imprescindibles. Hay alternativas (legales e ilegales) a gastarse según cuánto dinero por un libro e, insisto, cuando la economía va mal, una de las primeras cosas de las que se prescinde es la cultura.
Aun así, llama la atención el que se haya producido tanto o más que en años anteriores. Buena parte de la culpa es de las editoriales grandes, que producen (literalmente) por producir, para mantener las imprentas en continuo funcionamiento (y no es una metáfora). También lo es de las editoriales formadas por advenedizos, que lo mismo podrían vender libros que ladrillos (bueno, eso no: la demanda va fatal). No sé hasta qué punto habría que culpar a distribuidores y libreros, pero seguro que tendrían mucho que opinar al respecto. Y, por supuesto, la legislación vigente tampoco se escaparía del mea culpa colectivo. ¿Hasta dónde deben llegar las subvenciones? ¿Nadie plantea penalizar el despilfarro de papel (con un 35 por 100 de devoluciones a almacén, la cosa es como para sacar el tema a colación, digo yo)?
Sea como sea, la cosa pinta mal, muy mal.
Noticia extraída de la edición de hoy de Público.


La burbuja editorial ya no aguanta más

El aumento de la edición de libros esconde una crisis profunda, con librerías desbordadas por las novedades, almacenes llenos de títulos devueltos y un coste cada vez mayor de distribución. El sector pide unión para normalizar la cadena


Los almacenes de las editoriales recibieron cerca del 35% de devoluciones en 2008. - EDU BAYER
PAULA CORROTO - MADRID - 19/03/2009 08:00

Los almacenes de las distribuidoras y las editoriales rebosan libros, aunque muy pocos llegan a las manos del lector. Según los últimos datos oficiales de la Federación de Gremios de Editores de España, las librerías devolvieron en 2007 un 28,5% de las novedades que se pusieron en el mercado. Una cifra que no para de crecer desde 2004. Según la otra parte importante de la cadena del negocio editorial, los distribuidores, en 2008 no se mejorará: el porcentaje devoluciones oscilará entre el 32% y el 35%.

Estos números chocan con los publicados el pasado lunes por el Instituto Nacional de Estadística sobre la producción editorial del último año que hablan triunfalmente de un aumento del 19,8% de títulos editados en 2008 con respecto a 2007.

La interpretación de todos estos datos contradictorios es que llegan más libros a los puntos de venta, pero que se devuelven cada vez más, lo que acarrea un coste brutal para todo el sector editorial.

Algunas librerías comienzan a dar la voz de alarma: "Ya no podemos absorber 50 novedades a la semana", admite Aldo García, de la librería Antonio Machado de Madrid. Como apostilla el editor Pote Huerta, de Lengua de Trapo, "hay voces que dicen que el sector del libro está bien, pero no es así. Estas cifras indican que hay una hiperinflación del libro y esto está produciendo una pérdida de bastante dinero en las librerías".

Sin lógica ni sentido

El aumento de libros editados refleja una hiperinflación

Varias causan explican el desbordamiento que sufren los libreros. Por un lado, según reconoce el editor de Gadir, Javier Santillán, "buena parte de las grandes editoriales se han lanzado si ninguna lógica ni sentido común a colocar la mayor cantidad posible de libros para ver si hacen diana y consiguen un superventas. Es una locura". Esta psicosis explica también la disminución de la tirada media en 2008, con respecto a 2007, en un 4,9%. Las editoriales han caído en el peligroso juego de buscar un Stieg Larsson o una Stephanie Meyer.

En el otro lado de la balanza, están las ventas que, según Antonio María Ávila, de la Federación de Gremios de Editores de España, en 2008 bajaron un 2%. Y no hay una perspectiva demasiado halagüeña: "2009 no lo hemos empezado bien. Enero fue especialmente malo para las ventas y las exportaciones no nos han ido nada bien. Los datos de las devoluciones son preocupantes y se nota que la crisis está afectando".

Este cóctel explosivo mayor producción, menos ventas es el que para Michelle Chevalier, directora de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) resume la situación por la que están pasando las librerías: "Los servicios de novedades de las editoriales, para intentar vender más, han pasado de enviar 10 a enviar 20 libros a las librerías, pero no se dan cuenta que, por mucho que se empeñen, sólo se venden 10". El resto se devuelve y eso ya supone un gasto para la librería, la distribuidora y la editorial.

"Enero ha sido especialmente malo para las ventas y exportaciones"

El problema, y esto está incidiendo también en la crisis para el sector, es que el best-seller este año no está vendiendo como en épocas pasadas. "No hemos contado con ningún Harry Potter ni ningún Ruiz Zafón que levante las cifras de ventas totales. Además, como normalmente el lector de best-sellers es un lector ocasional e impulsivo, si este año cuenta con menos dinero, no se lo va a gastar en esto". Mucho menos si se tiene en cuenta que los españoles nos gastamos una media de 19 céntimos al día en libros, según los datos que maneja el Gremio de Editores.

Por supuesto, los grandes grupos manejan todos estos números y saben que el año no es bueno. No es casualidad que este año hayan aparecido o vayan a aparecer de cara a Sant Jordi y la próxima Feria del Libro de Madrid nuevos títulos de autores que tienen un mínimo de 10.000 lectores asegurados. Es el caso de Maruja Torres (último Premio Nadal), Manuel Rivas, Fernando Savater o Ian Gibson. Muchos de ellos no hace ni un año que publicaron su última obra y eso que son escritores que suelen espaciar mucho más la aparición de sus nuevos libros.

Desenlace fatal

Los sellos inundan las librerías de novedades que son devueltas

Entre las consecuencias de la hiperinflación de libros, destaca el enorme gasto que está suponiendo para los distribuidores. Tal y como reconoce el secretario técnico de la Federación de Asociaciones Nacionales de Distribuidores de Ediciones (FANDE), José Manuel Anta, "las remuneraciones para el distribuidor se producen por libro vendido, no por libro repartido".

De ahí que, aunque se reparta más, no se gana más dinero. Al contrario: aumentan los gastos de almacenaje y transporte, "con el consiguiente daño para el medioambiente", apostilla Chevalier.

El incremento de los libros que acaban en los almacenes también supone un aumento del gasto del mantenimiento del sobrante. "Cuando aumentan las devoluciones, también lo hacen las infraestructuras para gestionar todas estas devoluciones y todo el stock. El tiempo que permanecen los libros en estas naves depende del editor, pero evidentemente ocupan un suelo que es bastante caro, sobre todo cuando están en las ciudades", explica Anta.

Los puntos de venta se han diversificado hacia los grandes hipermercados

Por su parte, las librerías tienen cada vez más difícil seleccionar los libros que quieren colocar en sus estantes, como reconoce Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti de Madrid. Además, la apuesta personal por determinados libros es imposible. Según Michelle Chevalier, de CEGAL, "hoy es muy difícil que ocurra lo que le pasó a La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, que si se convirtió en un éxito fue porque los libreros apostaron por él y le mantuvieron siete meses".

El resultado es que los libros cada vez son más invisibles. Entran en la librería y en 15 días son reemplazados por la nueva tanda de novedades, por lo que la ansiada búsqueda por encontrar la gallina de los huevos de oro es también cada vez más infructuosa.

La psicosis de las grandes editoriales ha llevado a una diversificación de los puntos de venta para intentar captar compradores por todas partes. No es de extrañar que cada vez se vean más libros en los grandes hipermercados tipo Carrefour. Los libreros tradicionales saben que su lector y el comprador de estos grandes centros no suelen coincidir, pero si a esta diversificación se le suma que la compra de los libros cada vez es menor, la preocupación es evidente.

"Hoy es muy difícil que haya un Ruiz Zafón porque no se le da tiempo"

De ahí que cada vez se cierren más acuerdos como el que firmaron ayer las 1.600 librerías representadas en CEGAL con las siete editoriales independientes que conforman Contexto para colocar al menos 10 de sus títulos en sus escaparates.

Pólizas de crédito

Una cuestión más peliaguda es la de los créditos. Muchas librerías, sobre todo las institucionales venden a las bibliotecas, ministerios, facultades se mantienen con pólizas de crédito debido al retraso en el pago de muchas de estas instituciones.

El problema se acrecienta "con la crisis actual, ya que los bancos no prestan como antes y eso está poniendo a muchos en dificultades", admite Chevalier. Con tantos obstáculos, no son pocas las que, como la emblemática Proleg de Barcelona, se están planteando el cierre.

¿Qué hacer ante este fallo multiorgánico que parece atenazar al lector? Para Pote Huerta, de Lengua de Trapo, "deberíamos reunirnos todos los sectores, libreros, editores y distribuidores, aparcar nuestras diferencias e intentar normalizar el suministro de libros". Es una propuesta.

El proceso que siguen los libros desde la editorial al almacén

¿Cómo salen los libros de las editoriales? En todas las editoriales existe un servicio de novedades que es el que envía una serie de títulos a los diferentes puntos de venta. Estos pueden ser librerías tradicionales, cadenas o bien hipermercados como Carrefour. Según los datos del INE, el año pasado se pusieron en el mercado 75.933 títulos, lo que significa un 19,8% más que en 2007. La tirada media fue de 2.960 ejemplares.

¿Qué hace el librero con los títulos? Una vez que los libros llegan al punto de venta, el librero decide cómo se colocan en los estantes, si decide devolver algunos porque no son acordes con su línea de librería y también si hace un nuevo pedido de un título porque confía en él o porque ha tenido éxito entre los lectores. Según Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti de Madrid, “los libreros también son presionados por las editoriales para realizar nuevos pedidos”.

¿Cuánta vida tiene un libro en la librería? No existe un plazo máximo ni mínimo, aunque los libreros constatan que cada vez es menor. Ante la avalancha de títulos (pueden llegar a recibir hasta 15.000 al año, según los datos de la librería Rafael Alberti), muchas veces no supera ni los 15 días. Después, se devuelve a la editorial.

¿Qué sucede con el libro que se devuelve? Cuando el libro llega al almacén, el editor decide si lo vuelve a sacar al mercado interior, si opta por el exterior o si lo destruye.


martes, 17 de marzo de 2009

Haruki Murakami en Barcelona

Pues eso: el gran Haruki Murakami hablará hoy en la biblioteca Jaume Fuster (Plaza de Lesseps), en el marco de los fastos conmemorativos del cuadragésimo aniversario de la editorial Tusquets. Servidor no podrá ir porque tiene curso en EdiTrain, pero si podéis, asistid.
Información extraida de la edición de hoy de La Vanguardia.

Murakami muestra su lado oscuro

El escritor japonés publica 'After dark', un hipnótico viaje a la madrugada


Xavi Ayén | Barcelona | 17/03/2009 | Actualizada a las 03:31h | Cultura

Primera hora de la tarde. En las terrazas de la Barceloneta, los turistas disfrutan del sol mientras acaban indolentemente sus paellas. Como parte del escenario de fondo, un japonés corre junto a la playa, con una camiseta azul que el sudor adhiere a su cuerpo. Nadie sospecha nada, pero se trata de Haruki Murakami (Kioto, 1949), el novelista posmoderno que ha subyugado a medio mundo y que pasa unos días en Barcelona para presentar su última obra, After dark cuatro o cinco horas seguidas-"hay que estar en forma", arguye este corredor de maratones "desde hace 27 años".

La vida en una madrugada. El lector español tiene acceso ya a siete obras de Murakami, entre ellas Crónica del pájaro que da cuerda al mundo o Tokio blues. En su nueva obra, After dark, volvemos a encontrar su universo, por momentos onírico y cercano al de David Lynch, donde las relaciones sentimentales de seres perdidos en un mundo inhóspito fluyen en una intensa atmósfera de desamparo. Aquí, en una sola madrugada (desde las 23.56 hasta las 6.52 h) sucede todo: Mari, una chica que lee sola en un café, se encuentra con Takanashi, un trombonista que ha conocido a su hermana, una bella modelo. Después, aparece Kaoru, la encargada de un hotel por horas que le pide que le traduzca las palabras de una prostituta china agredida por un cliente. Como Murakami, el trombonista es hijo único: "De niño pasaba mucho tiempo solo en casa - explica el autor-,y me ayudaron tres cosas: los gatos, los libros y la música". Esa música que aparece, como una banda sonora, en todos sus libros. After dark fue escrito "como un guión, primero un esquema y después añadí los diálogos. El narrador omnisciente lleva una cámara de vídeo, un experimento que me permití".

Criaturas del bosque. En su novela, hay un aparato de televisión que, como un espejo de ciencia ficción, conecta dos dimensiones de la realidad. Él confiesa: "Cuando escribo, abro una puerta semejante y me traslado a otro mundo, conecto con mi lado oscuro... pero luego vuelvo, porque soy un profesional. Es como un bosque, un lugar poblado de criaturas extrañas en el que uno penetra buscando algo especial, aun con el riesgo de perderse".

"Somos huevos". "El Sistema - prosigue-es un tema muy importante en mis libros. Japón es una sociedad muy cerrada, en la que si uno quiere ser un individuo lo tiene difícil. Tienes que pertenecer a un grupo, a una empresa, encerrarte en una oficina. Yo llevo 35 años fuera de todo eso, he luchado por ser independiente, por eso gusto a los jóvenes. El Sistema es un muro y la persona un huevo frágil que se estrella contra él. En los ochenta vine a Europa y fui a EE. UU. y me sorprendió que fuera tan fácil aquí ser un individuo".

Llueven peces. En esos bosques murakamianos hay "viejos que saben hablar con los gatos, peces que llueven del cielo... No sé, me pongo a escribir y surgen esas cosas. Pero también hay personajes realistas, gente que yo hubiera podido ser. Cuando escribí Kafka en la orilla, me recuerdo oyendo el viento como un niño de 15 años, siento que podría ser cualquier persona si lo intento".

Y, ahora, Orwell. Murakami habló de la nueva novela que acaba de finalizar, 1Q84, un guiño a Orwell que "es la más larga y ambiciosa de las que he escrito". En octubre, se publicará en España su ensayo De qué hablo cuando hablo de correr. Y se rueda el filme basado en Tokio blues, dirigido por Tran Anh Hung. ¿Y el Nobel? "Ese premio es para gente mayor, no me ofendan...".

miércoles, 11 de marzo de 2009

Por trece razones


Esta novedad promete ser escalofriante, ya que se trata del diario hablado de una adolescente que se quiere suicidar, y que explica los motivos. Se titula Por trece razones, el autor es Jay Asher y la edita Ámbar.
Recopilo la información de la página de El País.
Desde luego, la novela tiene buena pinta. Habrá que leerla, ¿no?
Comentarios sobre la novela en la página web de Ediciones Ámbar.

La historia de una joven suicida triunfa entre adolescentes de EE UU

La novela 'Por trece razones' se abre hueco en el mercado juvenil copado por vampiros y niños magos

Los adultos suelen recordar la adolescencia como una época de apasionante descubrimiento, vitalidad e incertidumbre. Por eso, las historias de adolescentes suicidadas poseen una singular cualidad turbadora. Es lo que sucede con la novela del estadounidense Jay Asher Por trece razones (Ediciones Ámbar) que, en un panorama dominado por los vampiros enamorados y los magos en plena pubertad, ha conseguido colarse, desde que fuera publicada en EE UU en 2007, en el olimpo de los best sellers para adolescentes con 158.000 copias vendidas. La próxima semana llegará al tercer puesto en la lista de ventas, según pronostica hoy The New York Times.

La novela, que acaba de aparecer en España, se construye sobre el testimonio de las dieciseisañera Hannah Baker, quien graba una serie de casetes explicando por qué cometerá su suicidio. Esas cintas son enviadas a su compañero de clase, Clay Jensen, en una caja de zapatos. "Clay descubrirá que son 13 las razones por las cuales Hannah ha decidido quitarse la vida, 13 caras de casete y que, por ello, son 13 las personas que deben escucharlas. Él es una de ellas", señala la sinopsis de la editorial. "Es un juego muy sencillo: primero las escuchas, luego las pasas" dice Hannah en la cara A de la primera cinta.

Los editores estadounidenses (Razorbill, sello juvenil que pertenece al grupo Penguin) han montado además una campaña de marketing centrada en Internet, caladero de lectores púberes. En el portal de vídeos YouTube.com, la actriz Olivia Thirlby (conocida por su papel de amiga de la protagonista en el filme Juno) da voz a Hannah en varios vídeos que muestran un radiocasete reproduciendo las razones para el suicidio.

En la misma página web, decenas de fans están elaborando traílers y cortometrajes inspirados en el libro. "Quizá algún día -pronto- Hollywood lo intente con mi libro. Hasta entonces estoy disfrutando con lo que están creando los lectores", cuenta Asher en su blog personal, que actualiza con regularidad y en el que desvela los entresijos de la gestación y el ascenso de su obra.

Además, la página web oficial del libro, www.thirteenreasonswhy.com, ofrece un mapa interactivo de la ciudad en la que se desarrolla la trama (supuestamente Arcadia, en California, donde nació Asher) y una zona para los comentarios de los lectores.

martes, 10 de marzo de 2009

Lenin Dadá


Lo que nos faltaba a los izquierdistas convencidos. Ya no quedan ídolos respetables. Ahora resulta que Vladímir Ílich Ulianov, nuestro Lenin de toda la vida, se dedicaba a vivir la noche suiza en vísperas de la Revolución Rusa, y además se inventó las vanguardias...
... Eeeeh... ¡Un momento! No, no es ninguna biografía, sino una novela. ¿O es un ensayo? ¿O ambas cosas? En realidad, lo venden como un ensayo. Pero ¿seguro que es un ensayo? Está claro que las fronteras entre realidad y ficción cada vez están más difuminadas, por lo que tal vez haya que leer el libro de Dominique Nogez para saber dónde comienza la ficción y dónde termina la realidad. Contádmelo si lo leéis antes que yo.
El caso es que el autor francés ha escrito un libro (Lenin Dadá, Ed. Península) que tiene muy buena pinta. Tal vez no invente nada que no escribiese Antonio Orejudo en su fascinante Fabulosas narraciones por historias (Ed. Tusquets), pero, como mínimo, tiene buena pinta. En este artículo de Público hablan del libro en cuestión. Yo ya lo tengo en la Pila.
La ficha del libro en la página web de Península, pinchando sobre este otro enlace.

Un Lenin bohemio, cachondo y bebedor

Dominique Noguez recoge en un ensayo, con mucha ficción y datos irrefutables, el encuentro entre el tutor de la revolución y el padre del dadaísmo, Tristan Tzara

¿Era Lenin un dadá?
ANDRÉS PÉREZ - París - 10/03/2009 08:56

Zurich, 1916. Lenin y su novia viven en un piso cochambroso de la calle Spiegelgasse, invadido todas las noches por el insoportable olor de una poderosa fábrica de salchichas típica de la Mitteleuropa. A unas decenas de metros, en la misma calle, el Cabaret Voltaire da a luz una de las vanguardias artísticas más rabiosas del siglo: el dadaísmo, que invade la madrugada de jolgorio, arte y orgía. El encuentro -impensable- no sólo se produjo, sino que fue uno de los revulsivos más poderosos, tanto del revolucionario ruso-mundial como del padre del dadaísmo, Tristan Tzara.

Esa es la alucinante tesis que defiende, como hipótesis dadaísta y absurda, el libro Lenin Dadá (Ediciones Península), del autor francés Dominique Noguez (Francia, 1942). Un libro sabrosamente arbitrario, que empuja hasta el extremo un sinfín de testimonios. Frases sueltas, fragmentos de diarios íntimos y conversaciones que, efectivamente, acreditan una tesis: Tristan Tzara y Vladimir Illich Ulianov no sólo se cruzaron, sino que fueron compinches, colaboraron y crearon juntos.

Picante y diletante

Noguez es un ensayista y novelista con 40 años de provocación a sus espaldas. En París recibe ahora en los locales de una pequeña y curiosa editorial, Le Dilettante, de esas que echan picante a lo mejor del Barrio Latino parisino, y que ha asumido la reimpresión y redifusión de la obra. Pero las raíces de Lenin Dadá, traducido y publicado ahora al español, vienen de más lejos. Fue publicado por primera vez en 1989, y nada menos que en la poderosa editorial francesa Robert Laffon.

Como esa salida editorial coincidió con el derrumbe del Muro de Berlín y del comunismo soviético, el libro de la hipótesis escandalosa causó un revuelo considerable, rompió la visión oficial de un Lenin austeramente obrero, y fue aclamado por la gran revista postmoderna, Actuel!.

Lenin gritó: "¡Da, da!", "Sí, sí" en ruso. Y nació el movimiento surreal

"Empecé a escribir el libro como una farsa, como una crítica-ficción, cuando la figura de Lenin era todopoderosa. Cuando salió el libro, el Muro había caído, y Lenin ya no era nada", explica Noguez con los ademanes del estudioso naïf, irreverente y dilentante que es. Tan diletante como enciclopédico.

El punto de partida de la coincidencia de fechas y de lugar entre el nacimiento del dadaísmo, en el Cabaret Voltaire, entre febrero y abril de 1916, y la presencia del revolucionario, es deshojado como una margarita por Dominique Noguez. Y acaba atestando la tesis de la interpenetración entre Tzara y Lenin, con un fuerte aparato de documentación y 299 notas y referencia bibliográficas sabias, perfectamente verificables y auténticas. Una precisión cuasicientífica.

"La primera etapa, probar que Lenin era un vividor, capaz de ir a los cabarets y de emborracharse, no me planteó ningún problema. Hay numerosos testimonios, sobre todo durante sus estancias en París", explica Noguez.

Entre tugurios

Efectivamente, al hilo de sus exilios por Europa antes del triunfo revolucionario en Rusia, el líder bolchevique devoto a la causa dejó rastro semisecreto por lo peorcito de los tugurios de Londres, Bruselas, Zurich y, sobre todo, París.

Lenin Dadá contiene incluso un testimonio delicioso de cómo el austero bolchevique llegó a beneficiarse de una estafa de un amigo y paisano. En las zonas de copas de République y de Place de Clichy, cambiaban las etiquetas de las botellas de champán, para poder beber los mejores caldos burbujeantes de multimillonario, pagando sólo el precio de un vino peleón malo.Pero aún quedaba lo más difícil. Si bien Lenin era bebedor, juerguista, tramposo y -como reza el testimonio de un pintor parisino- "muy alegre, muy bueno y, en el amor, muy cochino", capaz de "compartir mozas", eso no prueba que fuera dadaísta ni que entrara en el Cabaret Voltaire de Zurich para coinventar el dadaísmo.

El libro rompe sin concesiones la visión de un Lenin austero

Pero entonces entra en juego el talento de Noguez, que ya había cometido fechorías comparables con la vida de Arthur Rimbaud en una obra precedente. El autor rescata testimonios que prueban que Lenin, Radek y Zinoviev asomaron la nariz al cabaret vecino. Y luego asesta el golpe definitivo. El texto de un historiador prueba que Tristan Tzara reconoció "haber intercambiado" con el revolucionario. Y una monografía sobre el movimiento cita al pintor Marcel Janco para certificar que en el Cabaret Voltaire, "en la humareda espesa, en medio del ruido de las declamaciones o de una canción popular, hubo apariciones súbitas como la de la impresionante figura mongol de Lenin, rodeado por un grupo".

La mente del lector ya está poseída: en la humareda espesa de un cabaret de vanguardia de Zurich, donde se codean "pintores, estudiantes, revolucionarios, turistas, estafadores internacionales, psiquiatras, gente medio mundana, escultores y espías", se oculta Lenin. Normal que él se ocultara y no diera publicidad a sus juergas bohemias: las policías suiza y zarista tenían allí espías. Y además nuestro protagonista no podía permitirse que se conociera esa "propensión a la vida pequeñoburguesa" que tanto criticaba a los
mencheviques.

Lenin en su salsa

El crédulo lector ya está rendido ante la nueva imagen de un Lenin artista, humano y vanguardista. Noguez da la puntilla. Con el pseudónimo de Señor Dolganeff, Lenin fue organizador de varias veladas. En una de ellas, entusiasmado por su propia obra y bajo los efectos del alcohol, se puso a gritar: "¡Da, da!", es decir, "Sí, sí" en ruso. Sí a la vida, al arte y a la juerga. Había nacido el dadaísmo por boca del camarada. Todo ello perfectamente certificado en la estudiosa obra de Noguez.

"Lenin era un vividor, capaz de ir a los bares y emborracharse"

La última prueba de la paternidad leninista del dadaísmo la dio Avida Dollar, es decir, Salvador Dalí. En su cuadro Alucinación parcial, seis imágenes de Lenin sobre un piano, las cabezas de Lenin y las cerezas son otras tantas alusiones al Cabaret Voltaire y a la deliciosa fruta, que Tristan Tzara incluyó en un caligrama. Secretos que sólo conocía el genio de Cadaqués.Numerosos son los estragos causados por el libro Lenin-Dadá. La interpretación de Noguez fue tomada tan en serio, que llegó a ser incluida durante unos años en la presentación que el Centro Pompidou hacía del cuadro de Dalí. "Fernando Arrabal casi se enfadó cuando le dije que yo no me creía la tesis de mi propio libro", explica Noguez. "Porque resulta que él sí se la cree. Hasta se ha permitido, sin citarme, retomar esta tesis durante ciertas conferencias que ha dado en Rusia", añade.

Noguez, con su libro juguetón en el que no cree, casi se disculpa: "He hecho como ciertos investigadores deshonestos, tontos o delirantes para llevar al extremo una tesis. Una tesis que descansa sobre hechos, fechas y documentos absolutamente auténticos y de existencia verificable". Y concluye: "Trabajando sobre un libro-farsa en cuya tesis yo no creo, si logro contribuir al nacimiento de un leninismo-dadaísta, espero que sea como vacuna, y no como biblia".

Un manifiesto pasado de rosca

1 En el momento justo
Noguez concibió su ‘Lenin Dadá’ en el París de 1989. Una ciudad entonces dominada por cafés fríos de diseño duro e inhumano, donde imperaba la corriente artística del posmodernismo.

2 Escépticos y relativistas
El filósofo Jean-François Lyotard decreta el fin de todo “metarrelato”, es decir, el fin de los grandes discursos, las grandes teorías o la novela como afirmaciones de lo real.

3 Mucha parodia
Deconstrucción, pastiche e ironía al extremo. Se burlan de las referencias históricas clásicas y son la nueva biblia de la élite cultural de la capital.

4 El manifiesto
Una palabra sagrada: ‘décalé’, palabra intraducible que quiere decir a la vez ‘desfasado’, ‘despegado de la realidad’ y ‘pasado de rosca’. Todo debía ser ‘décalé’ y, efectivamente, ‘Lenin Dadá’ es la obra manifiesto de ese estilo. Imita a la perfección el estilo universitario y la escritura científica, al servicio de una tesis que parece inverosímil.

jueves, 5 de marzo de 2009

¿Un nuevo género: el folletín de zombis?


Gracias a ese autor y amigo multitareas que es Santiago Eximeno me entero de la existencia de este libro. El resumen de Amazon.com es desopilante:

Pride and Prejudice and Zombies: The Classic Regency Romance - Now with Ultraviolent Zombie Mayhem! (Paperback)

by Jane Austen (Author), Seth Grahame-Smith (Author)

Editorial Reviews

Product Description
"Pride and Prejudice and Zombies" features the original text of Jane Austen's beloved novel with all-new scenes of bone crunching zombie action.

About the Author
JANE AUSTEN is the author of Sense and Sensibility, Persuasion, Mansfield Park, and other masterpieces of English literature. SETH GRAHAME-SMITH is the author of How to Survive a Horror Movie and The Big Book of Porn. He lives in Los Angeles.

Product Details

  • Paperback: 320 pages
  • Publisher: Quirk Books (May 13, 2009)
  • Language: English

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Decididamente, quiero leerlo. Aunque presiento que la tentación más fácil hubiera sido hacer Cumbres borrascosas con zombis... Bueno..., bien mirado, el original podría leerse como una de zombis...